el blog de reseñas de Andrés Accorsi

miércoles, 8 de septiembre de 2010

08/ 09: SWORD OF THE ATOM


Para 1983, los dibujantes más grossos de 1963 estaban muertos (Wally Wood), dibujaban comics muy de vez en cuando (Nick Cardy, Alex Toth) o se habían convertido en momias herrumbrosas (Curt Swan, Steve Ditko, Carmine Infantino… hasta el Rey Kirby empezaba a oler a naftalina). Pero había tres grandes de verdad, que seguían dado cátedra como en su mejor momento. Un genio (Gene Colan) y dos maestros: Joe Kubert y Gil Kane.
Hoy me encuentro con este último quien, después de años de batallar en Marvel, se pudrió (como tantos) del despotismo de Jim Shooter y a principios de los ´80 desembarcó en DC, donde ahora el capo era su viejo amigo Dick Giordano. En 1983, Kane y Giordano pergeñaron una extraña vuelta de tuerca para un personaje que el veterano maestro había ayudado a crear a principios de los ´60, pero que nunca había logrado la chapa suficiente para jugar en Primera. Era la época en que DC volvía a experimentar, y lo hacía en el –por entonces- innovador formato de las miniseries. Sword of the Atom pertenece a aquella primera camada de miniseries, esas en las que pasaban cosas importantes, que cambiaban radicalmente el status quo de los personajes, o que revelaban partes importantes del pasado de algun héroe, grupo o personaje medio misterioso.
El ciudadano Kane, fanático del género de espada y brujería, logró lo imposible: convenció a Giordano de convertir a Atom, un héroe científico de la más rancia estirpe Julius-Schwartzeana, en un guerrero tipo Conan. No sé qué le dio de tomar o de fumar a Giordano, pero la propuesta se aprobó y Atom pasó de los laboratorios de la universidad de Ivy Town a la jungla del Matto Grosso, donde –mirá lo que son las casualidades- se topó con una civilización de seres humanos en miniatura, como él, pero amarillos (y no eran los Simpsons!). La historia de cómo Atom llega a la jungla la armó Kane con un guionista especialista en machaca sanguinolienta, que publicaba habitualmente en Heavy Metal o en las revistas de Warren: Jan Strnad (frecuente colaborador de Richard Corben) tenía menos DC que Max Cachimba, pero la verdad es que formó buena dupla con el legendario dibujante.
Lo grosso es el principio: el sacudón brutal al status quo de un personaje que llevaba 20 años paradito en el hombro de algún otro miembro de la JLA. El giro en la relación con su esposa, el choque inicial entre el científico culto y conservador y esta civilización cuasi-salvaje. El resto, son peripecias. Una vez que Atom se adapta a su nuevo entorno, decide que esta vida de espadazos y flechazos tiene más onda que la del profesor universitario/ superhéroe de la B Nacional, el atractivo decae y Strnad llena millones de páginas con aventuras casi intrascendentes, al estilo Conan, pero con mínimas variantes.
Un elemento copado es el de la tecnología. Como esto transcurre en pleno Siglo XX, algo de tecnología se cuela en la trama y para los últimos episodios, ya hay una onda He-Man, donde las espadas conviven con maquinolas power metal. Y el otro es el regreso –en algún punto de las secuelas a la mini original- de Jean Loring, su nuevo novio y Norman, un amigo de Ray Palmer, a interactuar con los personajes del mundo en miniatura. De ahí Strnad saca un juguito bastante piola. Pero el gancho, lo que realmente te atrapa y te hace seguir compenetrado con la historia, es el dibujo de Gil Kane. Acá el prócer no se guarda nada. Despliega todos sus trucos narrativos, toda su galería de escorzos impactantes, esos primeros planos increíbles, y encima se entinta a sí mismo, con lo cual todo se disfruta mucho más. En el último episodio (un one-shot de 1988), cuando Pat Broderick reemplaza a Kane, el libro se desploma y la historia parece caerse a pedazos, aunque en rigor de verdad no es la más floja ni mucho menos (aunque sí la más sangrienta y truculenta).
Sword of the Atom fue un clásico ochentoso de segunda línea (un Platense-Deportivo Español), una serie de culto muy loca, con mucho impacto en un personaje muy conocido pero con pocos fans, un arriesgado cambio de género para un héroe clásico, y además una demostración de la vigencia de un dibujante mítico, que se mantuvo activo, dinámico y actual prácticamente hasta su muerte, a principios de 2000. Hoy se puede leer sin mayor dificultad y hasta disfrutarlo, si te gustan la fantasía heroica o si sos fan del gauchazo Gil.

3 comentarios:

Patricio dijo...

Exclente resña Andrés, Gil Kane era un Maestro. Un par de cositas como siempre, Kane dibujó varios números de Conan, de ahí su acercamient al género de capa y espada. Por esta reseña y otras me parece que Conan te desagrada , o no? Finalmente dices que a comienzos de los 80 de las viejas glorias no quedaba nadie, y John Buscema y Neal Adams? que estés bien.

Andres Accorsi dijo...

John Buscema y Neal Adams son glorias post-1963.
Y de Conan leí poco, no me llama mucho la atención...
Sí leí algunos episodios de Gil Kane, que incursionó en la fantasía heroica no sólo en Conan, sino también en la mil veces más atractiva Blackmark.

Anónimo dijo...

Este comic tuvo mucha influencia en la Identity Crisis también creo, además de ser un clásico que sin duda vale la pena leer, gracias Andres por seguir acercandonos a tantos buenos comics.