el blog de reseñas de Andrés Accorsi

viernes, 10 de diciembre de 2010

10/ 12: OPERACION MUERTE


Me reencuentro con el glorioso Shigeru Mizuki para una nueva incursión por el manga histórico, ambientado en la Segunda Guerra Mundial. Para Mizuki, lamentablemente, además de histórico es autobiográfico, ya que tuvo la desgracia de pelear en esa guerra, en la que perdió nada menos que un brazo. Por suerte para él, Mizuki sobrevivió la experiencia (por eso esto no es 100% autobiografía: en el manga no sobrevive ni un mísero soldado); y por suerte para nosotros, Operación Muerte no cuenta la historia del soldado Mizuki, sino que opta inteligentemente por un protagonismo colectivo, grupal, que le permite al autor desplazar el foco del relato según las necesidades dramáticas del mismo. Por momentos, el soldado Maruyama parece ser el protagonista, pero hay capítulos enteros en los que ni se lo nombra, porque Mizuki está ocupado con el Teniente Médico, los soldados de otro pelotón, o los oficiales de mayor rango.
El autor nos lleva varias veces de una punta a la otra de esa islita en el Pacífico ocupada por las tropas japonesas, como si nos tocara patrullarla, para centrarse siempre en lo más jodido de todo lo que les pasa a esos 500 soldados apostados en ella. Al principio, la intención de Mizuki es más bien descriptiva: a través de varias secuencias (algunas incluso cómicas) nos cuenta cómo vivían las tropas en la isla. Pero siempre hace foco en lo más desolador: los malos tratos por parte de los oficiales, la falta de sexo, la falta de comida, el riesgo de contraer enfermedades como el dengue, la disteria y la malaria. No hace falta que ataque el enemigo para que nos quede claro que estos pobres pibes están condenados.
Pero eventualmente, el enemigo ataca y los padeceres de los soldados japoneses se multiplican exponencialmente. Los oficiales superiores, además de crueles, resultan malos estrategas, y al final la única forma de salvar el honor resulta ser ir literalmente al muere: un ataque suicida, frontal, al borde las fuerzas de un centenar de sobrevivientes que tienen hambre, frío y fiebre. Una verdadera masacre. Si alguna vez tenés que discutir con algún facho acerca de los horrores de la guerra, acerca de lo ilógico que es darles armas, uniformes y órdenes ridículas a los chicos para que vayan a cagarse a tiros con los chicos del país de enfrente, este libro te garantiza que ganás cualquier discusión. Es como ir a un debate contra algún tarado chupacirios llevando un video en el que aparece el Padre Grassi garchándose pendejitos. No hay forma de perder.
Como en la novela gráfica de Hitler, Mizuki trabaja sobre una grilla básica de ocho viñetas idénticas, que rara vez altera. Acá, por suerte, hay mucho menos texto. Casi todo lo que sucede está contado por las imágenes. Y así como en Hitler el autor llevaba al extremo el recurso de mechar bloques de texto entre las viñetas, acá se zarpa al infinito y más allá con algo muy, muy típico del comic japonés: el efecto máscara, el doble registro, eso que también hacía Hergé, y que consiste en dibujar de modo MUY caricaturesco a los personajes y MUY realista a todo lo demás. En este sentido, lo de Mizuki es impresionante: los protagonistas son poco más que garabatos, personajes sumamente caricaturescos, con mínimos rasgos y un trazo muy suelto. Por otro lado, cuando dibuja todo aquello con lo que no quiere que nos identifiquemos (paisajes, armas, vegetación, tropas enemigas e incluso los cadáveres de los personajes que van muriendo), Mizuki salta en el famoso trampolín al carajo y nos regala imágenes estremecedoras, de enorme rigor documental, trabajadas como fotos, con un grado de detalle incomprensible y un manejo de texturas que lo revela como un dibujante absolutamente prodigioso, a años luz de la engañosa sencillez con la que da vida a los personajes.
Honor, sacrificio, lealtad a la patria… ¿de qué carajo sirve todo eso cuando la vida humana vale menos que una cucaracha muerta flotando en el agua de la alcantarilla? Shigeru Mizuki se animó a preguntarse eso y el resultado es un manga que te desgarra el alma, que te caga a patadas en el corazón y cuyas imágenes se te impregnan en la mente y se quedan con vos durante largas horas. Una genialidad indiscutible de uno de los auténticos mitos vivientes que tiene el manga.

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