el blog de reseñas de Andrés Accorsi

sábado, 20 de agosto de 2011

20/ 08: TRANSMETROPOLITAN Vol.5


¿Habré leído estos episodios en la época en que compraba Transmetropiltan en revistitas y las leía mes a mes? La verdad, no me acuerdo en absoluto. Leo el libro y para mí es todo nuevo, no tengo la más puta idea de lo que puede pasar, si bien estoy seguro de haber comprado en su momento los numeritos que recopila este tomo. O sea que si Warren Ellis y Darick Robertson alguna vez me desvigaron, los años transcurridos y la mala memoria me reconstruyeron el hímen. Lo cual es bastante doloroso, porque estamos en una etapa de la serie en la que –si bien no escasean los chistes subidos de tono- las historias están pensadas para pegar fuerte, para cagar a trompadas al lector con furia, con asco, con muy mala leche.
El tomo arranca con un gran unitario que es básicamente un soliloquio introspectivo del gran Spider Jerusalem, anécdotas de su infancia, de su juventud, reflexiones, pinceladas que le agregan carnadura a este increíble personaje. El segundo unitario es uno de los latrocinios que cada tanto cometían Ellis y Robertson: 22 páginas de una única viñeta, con textos de Spider acerca de la vida en la Ciudad, sin narrativa, con dibujos elaborados y textos casi siempre impactantes, pero sin nada que haga avanzar las tramas ni nos permita conocer mucho más que algunas opiniones explosivas del protagonista.
El tercer unitario es, lejos, el mejor: una cátedra de periodismo y de historieta a la vez, con momentos desopilantes, diálogos magníficos y una sóla página estropeada por el exceso de globos y textos. Encima es –hasta ahora- el episodio mejor dibujado de toda la serie. Posta, esas paginitas valen el precio que pagues por todo el libro.
Y para cerrar, una trilogía brava, incómoda, devastadora: Lonely City nos muestra a Spider y sus “roñosas asistentes” dispuestos a jugarse la vida para llegar a la verdad en un caso que involucra un asesinato brutal en plena calle y a varios policías, posibles autores del crimen. A medida que las sospechas recaigan cada vez más sobre la cana, la cosa se va a poner más y más espesa, hasta que sólo pueda terminar con más muertes y más dolor. Nuestro periodista-kamikaze no sólo va a tener que pensar: también correr, saltar, esquivar balas y hasta repartir trompadas y patadas para llegar entero al final de la saga. Un final que va a ser triste, desolador, casi digno de DMZ. En Lonely City, Ellis traza una especie de catálogo de los poderse capaces de desactivar, esconder y silenciar la verdad y Spider es el boludo que, a pesar de todos sus esfuerzos, logra gambetear todas las trampas que le ponen, salvo la última, la del poder político, lo cual además engancha con lo que se venía armando en el tomo anterior: cada vez es más claro que el villano de la serie va a ser nada menos que el presidente de los EEUU. Idea extrema, copada, pero difícil de pilotear. Veremos cómo lo hace Ellis en los próximos tomos.
Lo de Robertson, muy correcto. Se mata (ya lo aplaudimos) en el tercer unitario y se tira un poco a chanta en el episodio final de la trilogía, en el que prácticamente no dibuja un puto fondo. Pero cuando el guión no le da opciones, sus fondos están muy, muy logrados, llenos de vida y de detalles copados. Aunque claro, con el correr de los números, queda clarísimo que lo que más le interesa son las expresiones faciales y ahí es donde realmente pone toda la carne al asador. Con un personaje tan exacerbado, tan volátil y tan al límite como Spider, nunca faltan los momentos en los que las emociones arrasan cual tsunami, y ahí Robertson se divierte a full y las plasma con maestría en los rostros de su “elenco”.
Cada vez más despiadada y más feroz, esta primera mitad de Transmetropolitan es, además de una gran serie, una invitación a pensar, a discutir, a involucrarse. También a cagarse de risa de vez en cuando, e incluso a sufrir en los momentos más heavies. Le pongo muchas fichas a lo que nos depare la segunda mitad.

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